Ella era hermosa, hermosa con esa hermosura que inspira el vértigo, hermosa con esa hermosura que no se parece nada a la que soñamos en los ángeles y que, sin embargo, es sobrenatural; hermosura diabólica que tal vez presta el demonio a algunos seres para hacerlos sus instrumentos en la Tierra.
Él la amaba; la amaba con ese amor que no conoce freno ni límites; le amaba con ese amor en que se busca un goce y sólo se encuentran martirios, amor que se asemeja a la felicidad y que, no obstante, diríase que lo infunde el cielo para expiación de una culpa.
"le amaba con ese amor en que se busca un goce y sólo se encuentran martirios, amor que se asemeja a la felicidad y que, no obstante, diríase que lo infunde el cielo para expiación de una culpa."
ResponderEliminarJoder, qué maravilla!